sábado, 9 de febrero de 2008

No me quiero casar


Pese al titulo, dos de las autoras son casadas y una esta por contraer nupcias asi que no piensen que estamos en contra del Matrimonio... auqnei hay cosas...

GAbriela Roman, Paola MArtinez y Alison Guerrero
Las mujeres llegaron a este mundo a sufrir. Desde niñas escuchan frases como que “El matrimonio es para toda la vida ”, “Tienes que escoger al hombre adecuado”, “Debes tener edad para casarte”, ¡Que locura! Muchas infortunadas occidentales viven en la eterna chifladura de llegar al matrimonio y solo se sienten realizadas cuando cumplen esta meta. Aquellas que no piensan de esta forma son consideradas como una especie de mutantes o extraterrestres salidas de una película de ciencia ficción.
El panorama cambia del otro lado del charco; en Oriente las historias de las féminas no se escriben de la misma forma. Pathani jamás ha escuchado algo semejante a lo antes expuesto. Esta niña pakistaní fue víctima de las tradiciones de su cultura: a sus 13 años de edad su abuelo la obligó a casarse con un hombre de 65 años como pago de una deuda familiar de 100.000 rupias, equivalentes a 1.725 dólares.
Millones de niñas como ella son obligadas a casarse en contra de su voluntad, ya sea por factores religiosos, económicos o simple ignorancia. Lo cierto es que al robarles parte de su infancia y ser forzadas a mantener relaciones sexuales, se crea en ellas un sentimiento de rechazo hacia el concepto del matrimonio, se hacen mujeres a la fuerza y tienen que aprender a vivir con un impacto emocional severo que las marca de por vida. UNICEF afirma que el matrimonio las lleva "a una vida de sumisión doméstica y sexual".

Los mitos que se entretejen alrededor de la sexualidad son incontables; casos como los que ocurren en África, donde se piensa que tener relaciones sexuales con una mujer joven constituye una cura contra el síndrome de inmuno deficiencia adquirida (SIDA), es un absurdo que indigna. Es mandar a la silla eléctrica o a la cámara de gases a una mujer que no ha cometido ningún delito... o sí, solo uno: ser mujer.
Las leyes poco o casi nada logran hacer para erradicar todo tipo de despotismo. Y es que detrás de toda esta problemática hay tradiciones con siglos de antigüedad. ¿Quién puede frenar eso?, ¿El Papa?, ¿George Bush?, ¿Mc.Donald´s?, ¿Bill Gates? No, a ninguno le interesa: ¡son hombres!, se conduelen y les da mucha pena pero una acción eficaz está lejos de lograrse, puesto que las hembras no generamos las divisas que ellos requieren. Ya no se trata de la mujer de ojos rasgados o de piel morena: son 14 millones de niñas que dan a luz cada año, una cifra que debe alarmar a toda la aldea global e ir más allá de la batalla de géneros.
Lo que para Oriente es tradición religiosa en Occidente se podría traducir como machismo. Incluso, en Estados Unidos, el país de las oportunidades, las mujeres son víctimas de discriminación, muchas veces no reciben el mismo salario que los hombres y son casi obligadas a lidiar con una doble vida: la que realizan en el mercado laboral y la de ama de casa. Aunque parezca difícil de entender, la madre, la esposa y la señora siguen siendo maltratadas, discriminadas y abusadas sexualmente, pero con una diferencia: cualquier acto de represión es ejecutado bajo su consentimiento.
Toda doncella con sus seis sentidos bien puestos debe saber que el matrimonio es una locura donde dos chiflados juegan a ser cuerdos; la diferencia radica en no permitir ningún tipo de injusticia, que la línea que separa al matrimonio y el abuso no se transgreda, que estas dos palabras no se conviertan en sinónimos.

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